Es en tonos azules y negro, precioso, como podéis ver.
Estas paletas me están gustando mucho, el otro día me enamoré de varias de ellas en el mini corner de Sephora que hay en El Corte Inglés, y no descarto hacerme con alguna más.



Básicamente soy yo: las cosas que me gustan, las ideas que me pasan por la cabeza, mis obsesiones potinguiles, mi vida.
Luego he estado toqueteando en el stand de Nars. Me han cotilleado que Fía, la encargada, ya no trabaja allí. He comparado la sombra night flight con la top knot y luego me he ido al mini corner de Sephora. He estado cotilleando las cositas de Cargo, pues de Too Faced apenas habia nada.
Me han gustado los quads de 4 sombras con nombres de ciudades pero al final me he traido una paleta de delineadores, para usar en seco o mojado, con colores que no tenía y a la que le voy a sacar provecho.
Y todo esto porque yo lo valgo, que mi costillo está trabajando mucho, llega tarde por la noche y yo ahora voy con más faena en casa, así que capricho al canto.
Y Paquita me ha mandado como regalo una preciosa paleta de Too Faced, la Candy Bars en el color Tropical Truffle. Me cuenta que está agotada en Francia. Sirve como sombras y como iluminador, al menos en teoría porque los tonos a mí me van a quedar como si fuera un bronceador. Como podéis ver es una monería, como todo lo que hace Too Faced.
Nada más salir de la tienda, me puse la mía y me dirigí al metro. Al entrar en el vagón, un señor estaba tocando maravillosamente La primavera de Las cuatro estaciones de Vivaldi al violín. El hombre vibraba con las notas, interpretaba con pasión. Se me saltaban las lágrimas y, al acabar, he sido la única loca de todo el tren que se ha puesto a aplaudir. Luego le he dado algo de dinero, como más gente.
Amo Barcelona.