He estado desaparecida. Me hice un esguince en el tobillo la semana pasada y no he tenido apenas ganas de sentarme enfrente de la pantalla.
He hecho reposo, he leido, he repasado viejas revistas y he pasado más tiempo on mi hija.
El tema de tener otro bebé sigue en el aire. He visto dos veces a mi prima, que tiene una beba de 4 meses. Mi pitufa ayudó a bañarla, a cambiarle el pañal, a darle el biberón, y le gustó.
El sábado fue mi noveno aniversario de bodas. Mi uruguayo me sorprendió con unas rosas rojas, mis favoritas.
El domingo fuimos a Blanes, a celebrar el cumpleaños de mi madre. Comimos enfrente de la Palomera, al lado del mar, en el Kiku. Hace más de 30 años toda la pequeña manzana donde se ubica este restaurante y otros (hay un lounge muy cuco recién abierto), eran casitas de pescadores. Recuerdo haberme quitado la arena de los pies apoyada en la barandilla de piedra de la casa esquinera, tras haber pasado el día a las faldas de la enorme roca, comiendo pequeñas almejas recogidas directamente de la playa.
Blanes ha cambiado muchísimo en estás más de 3 décadas, pero sigue teniendo el encanto de lo conocido para mí. He pasado todos mis veranos infantiles allí.
Estuvimos en una tienda rusa. A mi nena le encantan las Matrioskas y mi hermana le compró una.
Yo encontré un postre moldavo totalmente desconocido para mí. En la etiqueta lo llaman Prjanik tulsky. Estaba ligeramente relleno de mermelada de albaricoque. Me gustó la forma del bizcocho, debe ser un molde muy bonito. He estado investigando y es típico de la ciudad de Tula, al sur de Moscú. No sabía mal para ser pastelería industrial.